Los gigantes de Silicon Valley absorben cerca del 70% de los beneficios que genera el mercado de la computación de la nube en Europa. Pese a los problemas que las compañías norteamericanas han tenido con la RGPD, una parte de este dinero sigue llegando a través de jugosos contratos públicos.
La demanda de los centros de datos, infraestructuras que almacenan buena parte del mundo digital, no deja de crecer en la Unión Europea. Mientras el negocio alcanza cifras récord, también lo hace la preocupación por sus problemas de sostenibilidad energética y su opacidad.
La crisis de la covid-19 ha dado el empujón definitivo a la sociedad digital. Gran parte de nuestro día a día sucede ahora en el entorno digital, lo que provoca que los Estados miembros sean mucho más vulnerables a los ciberataques. Para neutralizarlos, la Comisión Europea presentó en diciembre de 2020 su nueva Estrategia de Ciberseguridad.
Los ciberataques contra sectores críticos en Europa se duplicaron en 2020 ayudados por la digitalización que trajo la pandemia. La mayoría de incursiones siguen viniendo de Rusia. Y aunque la UE trabaja para cerrar agujeros, la invasión de Ucrania amenaza con intensificar la ciberguerra.
Se están tomando medidas para aumentar la transparencia en el tratamiento de datos personales de los usuarios en Internet, pero los principales anunciantes digitales siguen utilizando prácticas intrusivas que intentan influir en el comportamiento de las personas. La regulación europea sobre protección de datos podría mitigar el problema, pero su aplicación es limitada.
A lo largo de los años, las grandes empresas digitales, las «Big Tech», se han transformado de simples plataformas a importantes actores internacionales con motivaciones económicas y políticas y con muchos contactos. Es importante empezar a abordar la influencia que estas empresas tienen en las elecciones de los países europeos.
New European legislation will significantly increase the accessibility of data produced with public finances: therefore, data produced by public enterprises, i.e. companies which provide essential services such as public transport to many cities.
Mark Zuckerberg had nothing new to say, while MEPs seemed determined to introduce new regulations. Those interested in the future of social media may do well to tune their antennas to Brussels rather than to Facebook headquarters.